Hablar de arquitectura urbana es hablar de medioambiente. Nuestro mundo tiene cada vez menos espacios verdes libres. Pese a que sabemos la importancia de mantener territorios vírgenes, exentos de desarrollo urbano, el aumento poblacional y otros factores hacen que sea muy difícil que dejemos de extendernos. El patrimonio común de todos los seres que habitamos este planeta son los bosques. Paradójicamente la arquitectura es, ante todo, un ejercicio para generar espacios habitables, que llenen de salud, bienestar y gozo a quien los habita.
La arquitectura urbana más allá de jardineras y camellones
La arquitectura tiene el poder de ser más incluyente con la naturaleza, de convertirse en un ejercicio de creatividad que además sea sostenible
La arquitectura tiene el poder de ser más incluyente con la naturaleza, de convertirse en un ejercicio de creatividad que además sea sostenible. No sólo con los nuevos desarrollos que se emprendan, sino además convirtiendo los espacios ya habitados por seres humanos, en lugares mucho más “verdes”, ecológicos, donde la vida tenga cabida. La arquitectura urbana o urbanismo verde significa transformar, diseñar espacios habitables para seres humanos donde la naturaleza esté presente más allá de su función ornamental.
¿De dónde viene la idea de organizar la naturaleza en la arquitectura urbana?
Desde tiempos ancestrales, los jardines han sido la forma en que los espacios habitados por el hombre han conservado reductos naturales que han ido amoldándose a las formas y modas de cada sociedad. Así, los famosos jardines del Palacio de Versalles nos hablan de la ambición imperial del Rey Luis XIV, quien puso al arquitecto André Le Nôtre, a cargo de su diseño y construcción. El legado de su obra y la de sus contemporáneos persiste hasta nuestros días. En ese entonces se gestaba una visión del hombre, previo a la Ilustración, como un ser superior, cuyo propósito en el mundo era poner orden y concierto al mundo natural que lo circundaba. De ahí las proporciones geométricas, el afán organizador y la necesidad de crear patrones que amoldaran las formas naturales. Pero además estaba la concepción divina, los dioses griegos y el pasado grecolatino que tenían presencia en las construcciones como avales de la divinidad misma del rey, quien poseía el poder absoluto sobre sus súbditos y sus destinos.
¿En qué consiste el urbanismo verde?
Se trata de una forma de concebir la arquitectura en conjunción con la naturaleza. Es una manera inclusiva de diseñar ciudades basadas no sólo en las necesidades del hombre, sino también en la importancia de incluir integralmente al ambiente dentro del diseño urbano. Significa que no sólo los camellones y jardineras son importantes para crear espacios verdes, y que incluir a la naturaleza no significa dominarla, darle formas estéticas o agradables a la vista, sino cambiar ese paradigma que nos ha llevado a convertir arbustos en esculturas para apreciar el valor estético de la planta en sí misma, más allá del dominio que podamos ejercer sobre ésta.
El urbanismo verde considera que cualquier espacio es susceptible de ser rediseñado en favor del equilibrio ecológico y que puede convertirse en un lugar más habitable para todos, sin importar la especie. Su ejercicio borra los límites tan consabidos entre “el campo y la ciudad”, convirtiendo las ciudades en lugares donde la hierba, los insectos, los animales, plantas, hongos y otros seres son bienvenidos y tienen un lugar importante dentro de un ecosistema más grande en el que el ser humano es un anfitrión y no un enemigo.
Los tres pilares del urbanismo verde
Además del aspecto ambiental de la inclusión de la naturaleza en los espacios urbanos, el urbanismo verde se apoya en tres pilares que deben interactuar entre sí: el primero es energía y materiales, el segundo es agua y biodiversidad y el tercero la planificación urbana y el transporte.
La arquitectura urbana dentro de una ciudad verde toma en cuenta la reducción de la huella de carbono de sus habitantes, busca emplear energías no contaminantes en lugar de las basadas en combustibles fósiles. Al mismo tiempo pugna por generar nuevas formas de captación de agua, reaprovechamiento y saneamiento ecológico a la vez que cuida la biodiversidad de los espacios. Pero además, planea ciudades de manera que se reduzcan los autos y transportes individuales en favor de los que mueven de forma masiva, promueve el uso de tansporte eficiente y ecológico. La iluminación inteligente es un elemento primordial para el urbanismo verde, al mismo tiempo que la reducción del impacto sonoro de las ciudades.
Para lograr todo lo anterior, se apoya en la economía circular, una forma de consumo no lineal que busca reaprovechar integralmente los materiales sin generar desperdicio, pues son precisamente los desechos sólidos lo que más entorpece la asimilación y desdibujamiento de las fronteras entre la naturaleza y los entornos urbanos.
¿Qué es el diseño biofílico y cómo puede aprovecharlo la arquitectura urbana?
Se trata justamente del tipo de diseño que incluye elementos naturales o aspectos de la naturaleza en el diseño arquitectónico y el diseño de interiores. El diseño biofílico no promueve en sí la sostenibilidad o funcionalidad ecológica del proyecto, sino la mera incorporación de elementos naturales dentro del espacio urbano para lograr que las personas conecten con la naturaleza.
Gracias al diseño biofílico es posible comprender que incluir a la naturaleza en los entornos urbanos tiene beneficios que van más allá de mejorar la estética de las construcciones. A medida que convivimos más con la naturaleza el poder de concentración, reducción del estrés y la salud de todos los que convivimos mejora de manera sustancial, porque finalmente somos también parte de la naturaleza.
¿Cómo generar proyectos arquitectónicos verdaderamente ecológicos?
Saltar lejos de los viejos moldes es lo más importante. Para empezar, se necesita cambiar la idea de que la naturaleza necesita ser dominada por el hombre, que está ahí para que le pongamos un orden y un concierto. Se trata de aprender a mirar con otros ojos, unos capaces de descubrir la belleza original de los espacios, las formas orgánicas de la vegetación, aprender a valorar las especies por su propia esencia y no por valores aprendidos o adoptados.
Conservar la flora y la fauna endémicas es el primer paso, atraerlas, investigar qué crecía ahí antes de que alguien decidiera que lo mejor era poner arbustos fáciles de podar y mantener ordenados. Por principio de cuentas porque esas especies locales están mucho más adaptadas a las necesidades y características de cada entorno, requieren menos recursos, como agua y nutrientes para poder mantenerse.
Luego, se trata de no entorpecer el crecimiento y desarrollo de esas mismas especies. A través de materiales que no intervengan con los ciclos naturales de su desarrollo. Por ejemplo, prefiriendo materiales porosos, que absorban el agua y que no entorpezcan los ciclos del suelo en lugar del usual asfalto o concreto. Materiales ecológicos, ligeros, capaces de resistir pero que no contaminen y cambien la visión que tenemos de lo urbanizado como el concreto ecológico.
Parques, espacios donde el verdor gobierne, al mismo tiempo que se toman en cuenta las necesidades funcionales de los seres humanos, son lugares donde la naturaleza tiene la posibilidad de crear su propio ecosistema sin ser intervenida, donde se la respete y que pueden convertirse a la vez en santuarios.
Pero están también la inclusión de la naturaleza en espacios donde antes no tuvo cabida. Desde enverdecer con jardines interiores hasta crear ecosistemas donde lo natural y lo artificial convivan de manera armónica, sin tener que mantenerse alejados. Nuestra visión de un jardín necesita ser modificada, los jardines naturalistas son una forma de conservación de los ecosistemas. Podemos transformar el mundo en un gran jardín.
Fuente: AdMagazine