La Villa Idun-Lee resplandece dentro del entorno boscoso de Nacka, el archipiélago más cercano a Estocolmo. Diseñada por los arquitectos suecos Anton Kolbe y Per Nadén en colaboración con Axel von Friesen y Marika Vaccino Andersson, la arquitectura y la experimentación se alía con el sentido práctico en fachadas e interiores.
Arquitectura: la insólita fachada cristalina
Lo que más llama la atención de la arquitectura en la Villa Idun-Lee es la imaginativa fachada principal.
Los clientes de esta vivienda familiar querían disfrutar al máximo del paisaje y no ocultar su día a día, así que se optó por incorporar un sinfín de acristalamientos en las dos partes que componen las instalaciones.
Como elementos constructivos, la madera y el ladrillo rojo son los grandes protagonistas. Así mismo, se realizó un estudio preliminar para encontrar la disposición óptima de la casa en un terreno en pendiente que además iba a ser usado en parte como superficie de cultivo.
Acotado por el bosque de pinos, el edificio principal se asienta en la zona más alta, desde donde puede contemplarse la casa de invitados y las pequeñas plantaciones rectangulares. En una planificación a largo plazo, también se reservaron áreas para un garaje y un estudio independiente.
Haciendo gala de la maestría nórdica a la hora de proyectar estructuras en madera maciza, este material versátil aparece por toda la villa. Como armazón y revestimiento externo, creando el mobiliario de la cocina, en forma de escaleras, armarios empotrados, estanterías, camas o puertas correderas, es el componente que proporciona calidez y sabor de hogar.
Por su parte, el ladrillo juega su papel delimitando los espacios interiores y creando una gran chimenea con conductos que llevan el calor a la sala de estar, la biblioteca o los dormitorios de la planta superior.
Pero lo que más llama la atención en la Villa Idun-Lee es la imaginativa fachada principal. Con ciertos patrones repetitivos, la madera y el cristal se combinan para dejar bastante más superficie expuesta que cubierta. Resulta por sí sola un elemento dinamizador de la casa, ya que proporciona luz natural en abundancia a todas las habitaciones y es capaz de diluir la frontera con el exterior. Destaca en especial la doble altura del acristalamiento a base de cuadrados, que acentúa visualmente la separación entre la cocina y el salón.
Fuente: Despierta y Mira