La arquitectura del apacible jardín acuático «Art Biotop Water Garden», obra del arquitecto japonés Junya Ishigami, nace curiosamente de la destrucción. Ubicado en las estribaciones de las montañas Nasu, la necesidad de espacio para edificar un complejo hotelero en la zona amenazaba con talar docenas de árboles del bosque nativo. Ante esta situación, Ishigami decidió trasladar toda esa masa boscosa para replantarla en las praderas adyacentes.
Arquitectura: Junya Ishigami rescata docenas de árboles para crear un paisaje poético fluido.
La arquitectura y el paisajimos de un jardín que nación de la destrucción. Esta es la obra del arquitecto japonés Junya Ishigami.
Además de salvar los árboles y la herencia natural que conllevan, el proyecto se planteó como un lienzo en blanco donde dibujar una «nueva naturaleza», más rica si cabe que la original. Así pues, el terreno se niveló con las herramientas típicas que se emplean en los arrozales y se crearon numerosos estanques que serpentean por entre la zona arbolada.
Al carecer de edificaciones, la nueva parcela se pudo esculpir dando rienda suelta a la imaginación, aunque siguiendo en todo momento la tradición paisajista japonesa. El agua forma multitud de islotes y recovecos interconectados mediante alfombras vegetales, lo que provoca diferentes emociones en el espectador. Es una manera de llevar a este nuevo jardín el río que fluye a tan solo unos cuantos metros.
Los reflejos de la luz solar en la superficie provocan un juego de espejos que dotan a este bosque artificial de ecos irreales. Una especie de territorio pantanoso despojado del lado negativo, que invita a recorrer cada uno de sus meandros para descubrir las distintas especies de árboles. En algunas zonas, varios regueros de piedra rivalizan con esos caminos acuáticos, facilitando el paseo a los visitantes.
A pesar de estar modelado por la mano del hombre, el «Art Biotop Water Garden» es un organismo vivo con su propia dinámica. El paisaje cambia a lo largo del día y también varía con las estaciones, transformando la exuberancia de la primavera en unos sencillos trazos de hielo, ramas y nieve a finales de otoño.
El jardín de Ishigami difumina con todos sus cambios y elementos la frontera entre paisajismo, arte y arquitectura ambiental. Así mismo, fomenta una relación mucho más estrecha con la naturaleza, demostrando cómo podemos interactuar con ella sin devastarla.
Fuente: Despierta y Mira